Hay que aclarar, de paso, que un suspiro de burro, especialmente de burro sólo, es algo mucho más esencial y primitivo que el suspiro humano - en general, producto de la disnea - ya que, como se sabe, estos mamíferos carecen de agudeza visual, de tacto y de facultades gustativas, de modo que todas sus emociones son algo exageradas y todos los estímulos que reciben previenen del oído y del olfato. No hay que repetirlo: "las carencias son madres de los excesos".
Y por eso es que cuando un burro suspira, toda su personalidad se pone en juego, y para un observador no precavido, el tal suspiro se manifesta como un especie de pequeño vendaval que inclina "el follage"...
¿Quién de verdad conoce la psicología de los burros carentes?
Una noche, al burro lo asaltó un olor fogoso, desconocido, subyugador... Pero fue tanta su vacilación y tal su deseo de escribir un poema de amor, que prefirió los medios indirectos y fetichistas. En lugar de acometer en línea recta, si limitó a dar vueltas y más vueltas, a enviar mensajes cifrados, a orinar con la pata levantada, y en su emoción creyó adivinar que ella suspirava...
Fue solo un sueño. Pero el burro viejo miró hacia el cielo y aunque no pudo verla, la adivinó flotando, bella y voluminosa, en el espacio dichoso, lejano...
El pequeño cuento es solo una fábula. Que no se rabien los burros... |