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Artigos-->Globalización, verdad o ¿Una mentira para pocos? -- 08/03/2002 - 23:47 (Oscar Alberto Vázquez) Siga o Autor Destaque este autor Envie Outros Textos
Globalización. Accedemos a todo, de cualquier lugar del mundo. Pero ¿Realmente accedemos a todo? ¿O nos engañamos nosotros mismos, creyéndolo? ¿O nos engañan haciéndonoslo creer?

Según la interpretación popular, todos accedemos a todo, con la globalización. Pero ¿Realmente es así?



En primer lugar, ¿De qué nos sirve acceder a todo si no alcanzamos a usarlo, o no lo usamos en su plenitud, o usarlo implica un grave riesgo para nosotros mismos?



Observemos el superlativo tráfico de información que recibimos diariamente. ¿Cuánto de ella usamos? ¿Cuánta nos sirve para desarrollarnos en nuestra vida?

Probablemente, en nuestra profesión, gran parte de la información nos sirva, pero no existe memoria capaz de almacenarla y utilizarla cuando la necesitamos. Es como cuando en casa, guardamos esos clavos, o tornillos, o piezas de algún artefacto, pensando que, si un día las necesitamos, no tendremos que comprarlas. Pero cuando esto sucede ¿Quién las encuentra? Perdemos horas buscándolas, sin lograr recordar donde las pusimos. Lo mismo nos pasa con tanta información que absorbemos, y cuando queremos recordar algo que, sabemos que hemos leído, no nos viene a la memoria.



¿Y con los productos de alta tecnología? Hay infinidad de artefactos fantásticos, que hacen de todo. Súper computadoras que nos permiten conectarnos con todo el mundo, y que resuelven problemas de los mas variados, y que realizan las más difíciles tareas. La mayoría de nosotros ¿Qué usamos habitualmente? Un poco de Word y un poco de Excel, quizás hasta escuchemos música con la PC. ¿Saben lo que yo estoy haciendo en este momento? Usando mi PC primitivamente, como una máquina de escribir. ¡Ah! Y escuchando música en la disquetera, mientras escribo.



Pero, ustedes dirán ¿Y los teléfonos, los comunes y los celulares? Aquí les doy la razón. ¡El teléfono es muy útil para contactarnos con alguien! Esto es cierto, pero ¿Para qué compramos aparatos cada vez más sofisticados? Cuando compramos el artefacto, la mayoría, leemos ávidamente el manual, para conocer todas sus funciones, incluido como recibir e-mail en él. Los desafío a que piensen cuantas veces han usado dichas funciones, salvo hablar por teléfono y alguna otra cosa simple.



¿Y los televisores? Todos tienen 120, 130, y hasta 180 canales. Ni un fanático del zapping podría recorrerlos a todos. Además ¿Para ver qué? Diez noticieros, que compiten por ser, cada uno, el más escandaloso, el que muestra la noticia más sangrienta, el que tiene la “cara” más bonita. Otra cantidad similar de programas de temas políticos que, en cuanto cambia el color del partido político que gobierna, inmediatamente cambian de color y de opinión, y que cuidan muy bien lo que dicen, para no perder las pautas publicitarias que ese mismo gobierno les paga. ¿Programas de interés general? Saturados de cholulismo, con los chismes de la farándula, las peleas de dos vedettes, que se insultan sin la más mínima contemplación por los televidentes, creyendo que aportan a la cultura de un pueblo. ¿Nadie piensa en las maestras y maestros que desarrollan su trabajo en una escuelita rural, que se cae a pedazos, y que no tiene las más elementales herramientas, como un pizarrón o tizas? ¿O en los médicos que tratan de asistir a los enfermos, sin elementos suficientes para parar una epidemia de cólera? Observamos, impresionados, como una lluvia torrencial inunda ciudades de Europa, y no nos preocupamos por las crecientes de nuestros ríos, que todos los años dejan miles de evacuados.



No podía olvidarme de los autos. La globalización nos permitió importar autos desde todos los rincones del planeta. Tenemos autos norteamericanos, europeos, japoneses. ¡Hasta chinos y rumanos! No estoy en contra de la seguridad. Tampoco del confort. Solo pienso en la velocidad que desarrollan. Y hablo con conocimiento de causa, pues soy un amante de ella. Pero, y nuevamente el pero, ¿Qué autopistas, rutas o caminos hay que permitan desarrollar velocidades de 160, 180, y hasta más de 200 kilómetros por hora, en nuestro país? Veamos. ¿La ruta a San Juan, calurosa y aburrida? No, permanentemente se cruzan animales, desde chivos hasta burros, pasando por alguno que otro puma. ¿Las rutas patagónicas pavimentadas? Imposible. Es muy común encontrar manadas de ovejas, guanacos, avestruces. Y cuando nos descuidamos nos encontramos con un tramo de ruta congelada, con una fina capa de hielo, suficiente para un accidente a baja velocidad; imaginen lo que puede ocurrir a gran velocidad. Y en las de pedregullo, ni pensarlo. Al norte y al este sobre las mismas rutas se encuentran los pueblos, además de lo angosta que son estos caminos. ¿Y lo práctico de las 4x4? Para el campo o la montaña, seguro. Pero ¿Qué hace una 4x4 en pleno centro de una gran ciudad? Es para pensarlo.



En segundo lugar, ¿Qué pasa con las personas, esas que comen, viven, sueñan y aman?



En este caso, la globalización no les permite comer a todos, porque no son absorbidos por el sistema. ¡Que gran frase! ¡No son absorbidos por el sistema! ¿Y que hacemos? ¿Los guardamos en un depósito? ¿Nos deshacemos de ellos? ¿Los desactivamos hasta que el sistema los acepte? ¿O les damos de comer y los asistimos, lo cual suena muy duro para un liberal? ¡Y yo soy liberal! ¡Y soy profesional en Ciencias Económicas, por lo que debería preocuparme por que “me cierren los números”! El liberalismo a ultranza, que nos trajo la globalización, resulta finalmente como todos los “ismos”. Expulsa millones de personas de su seno, sin más explicación de que no son productivos para el sistema. Acumula el poder en manos de unos pocos que, por suerte, capacidad, herencia, o alguna otra circunstancia, deciden el destino del resto.

Tampoco deseo un Estado paternalista, socialista o comunista, por que caeríamos en un estatismo, con la exageración de los “ismos” que estoy cuestionando, donde el poder de los capitalistas pasaría a manos de los burócratas, de lo que ya tenemos vasta experiencia, y cuyos resultados no serían diferentes a los actuales. Y donde los “diferentes” tampoco tendrían cabida pues, en dichos Estados somos todos iguales, aunque algunos siempre son más “iguales” que otros.



Imaginemos una familia cualquiera, la suya o la mía, en la que no todos los hijos tienen las mismas capacidades. Unos son más capaces que otros para producir, desde el punto de vista de la teoría económica liberal. ¿Qué hacemos con los que no producen dinero? ¿Nos deshacemos de ellos? ¡Por supuesto que no! ¿Y si tuviera vocación artística, como la pintura, la danza, el canto, la literatura? No todos pueden ser Picasso, Borges, Julio Bocca, o Luis Miguel. ¿Los echamos a la calle por no generar riqueza? La respuesta es obvia. ¡No! ¿Y si fuera discapacitado, down, ciego, hemipléjico, o solo tuviera artritis, que le quitara movilidad, que hacemos? ¿Y si tuviera dificultades para aprender, o fuera tímido, o cualquier otra cosa que se imagine?

En todos los casos los atendemos, les damos, alimento, vivienda, vestido, salud y protección, en mayor medida que a aquel que se autoabastece. No los marginamos o los escondemos en un sótano, para que no molesten ni perturben el modelo de familia que queremos.



Ahora, traslademos esto mismo a una sociedad. Una sociedad es un conjunto de personas diferentes, con diferentes capacidades, o incapacidades. Y como todo conjunto o grupo, debe marchar a la velocidad del más lento, no a la del más rápido, por que si lo hiciera, todos salvo uno, ése más rápido, quedarían atrás, sacrificando al resto.

Pensemos en las empresas que han cerrado en los últimos 30 años. Los fundamentalistas de la economía de mercado dirán que fue por incapacidad de sus dirigentes, pero ¿Todas, o la gran mayoría, lo hizo por incapacidad de sus dirigentes? ¿No hemos olvidado cuando las reglas de juego cambiaban sin previo aviso, y cualquiera podía dormirse pobre y despertarse rico, o viceversa? “No apuesten al dólar” o “Renueven la tecnología” eran las frases que llevaban al éxito, o al fracaso, según si se las ignoraba o se las aplicaba.

¿Y los obreros y empleados de esas empresas, que se quedaron sin trabajo? ¿La mayoría de ellos sigue desocupada por no estar preparados para adaptarse a los cambios que implica la globalización? ¿O, en realidad, no se crearon nuevas fuentes de trabajo? No apoyo el mantenimiento de empresas anacrónicas, pero no es aceptable la destrucción total, como solución para aquello que no funciona dentro de los cánones de un capitalismo salvaje, que ignora al hombre, en pos de la intransigencia de las reglas.

Estamos en una espiral descendente, donde se cierran empresas, la gente se queda sin trabajo, no tiene dinero para comprar, por lo que se cierran nuevas empresas, y vuelve a comenzar el ciclo, lo que provoca cada vez más desocupación y tensión social. Difícilmente, un mercado que presenta semejante panorama, sea atractivo para los “esperados” capitales extranjeros, que no creo se arriesguen a invertir ante una situación social tan crítica. Esto torna utópica la aplicación del capitalismo-liberalismo, con todas sus reglas, lo que debería llevarnos a reconsiderar nuestra postura respecto de la globalización. Tampoco el comunismo sería viable, por que cerrarnos al resto del mundo nos privaría de gran parte de nuestros insumos básicos, que usamos para proveernos de agua potable, medicamentos, y otros productos que no vale la pena enumerar, se paralizaría la economía, cerrarían empresas con un resultado similar al actual; y no estamos en condiciones de producir absolutamente todo lo que necesitamos. Además, nadie nos compraría los excedentes de nuestros productos agropecuarios, que es lo que más producimos.



No pienso en una utopía como solución a esta crisis. ¿Y cual es la solución, entonces?

Cuando los manifestantes, que habían ocupado el puente carretero entre Chaco y Corrientes, impidiendo el paso, para reclamar una asistencia del Estado, fueron brutalmente reprimidos, y luego de ello, desde el Gobierno, se aprobó asistirlos, la pregunta es ¿Porqué no los asistieron antes de llegar al extremo de reprimirlos, si el resultado fue el mismo? Una persona que alguna vez estuvo a cargo del Ejecutivo provincial, con una gran capacidad de análisis y una formación liberal, dijo:

“Con las personas que no están preparadas para ser absorbidas por el sistema se pueden hacer dos cosas. Una, eliminarlas, lo que es inhumano y criminal. La otra es asistirlos, a ellos, a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, a medida que se los va educando y preparando para integrarse dignamente. ¿Y por qué a los hijos y a los nietos? Por que es muy difícil que si los padres no tienen trabajo puedan educar a sus hijos, para que estos tengan alguna posibilidad”

No apoyo las decisiones que afectan los derechos ajenos, como lo es el cortar una ruta por la que otros tienen derecho a transitar, en defensa de los derechos propios, pero ¿Porqué primero se los reprimió y luego se los asistió, en lugar de escuchar los problemas y asistirlos antes que éstos tomaran la decisión de cortar la ruta?



No sé si esta es la solución más adecuada, pero no podemos continuar con esta sociedad caníbal, que devora a sus propios miembros, que incita a una lucha sin cuartel por el tener y no por el ser. Debemos revalorizar al hombre como sostén de cualquier solución.

Es probable que a los gurúes del capitalismo, del liberalismo, y de la globalización, este planteo les parezca un regreso a un Estado paternalista, pero la idea no es regresar al pasado, si no mejorar el presente, para asegurar el futuro. Tampoco es un análisis con precisión científica, ni basado en argumentos técnicos. Es una evaluación humanista, con un enfoque totalmente personal.



Si no nos replantemos una salida más humana, y olvidamos a quienes no pueden vivir dignamente de su trabajo, seguiremos generando bolsones de extrema pobreza, y por ende, de extrema violencia, que antes o después se traducirán en estallidos sociales incontrolables, que se volverán en contra de los mismos que hoy los olvidan. La historia está plagada de ejemplos.

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