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Artigos-->BODAS DE SANGRE -- 02/11/2004 - 11:12 (Carlos Higgie) Siga o Autor Destaque este autor Envie Outros Textos
UNA LEYENDA



A Federico García Lorca (1898 – 1936) le tocó vivir en una época conturbada, difícil, que exigía, principalmente de los intelectuales, una postura crítica, exigiendo que optaran por una u otra posición. Permanecer neutro era casi imposible. Lorca pagó con su vida por el camino que escogió. El 19 de agosto de 1936, en un barranco, en Viznar, Granada, lo asesinaron por su opción popular, transformándolo, al mismo tiempo, en una verdadera leyenda universal.

En su tierra natal, Granada, estudia Filosofía, Literatura y Derecho.

Lorca llega a Madrid en 1919 y, en la Residencia de Estudiante, conoce a otros jóvenes que se transformarían en celebridades españolas y mundiales: Luis Buñuel, Salvador Dalí, Miguel Hernández, entre otros.

En 1927, junto con otros jóvenes intelectuales, festejan el tercer centenario de Luís de Góngora, poeta que estaba olvidado en un rincón de la Historia Española. Así surgió la autodenominada Generación del 27.

García Lorca incursionó, principalmente, en el teatro y en la poesía. Con sus viajes al continente americano (EE.UU., Argentina, Uruguay) adquirió proyección internacional, principalmente por su condición de poeta y dramaturgo.

Buscó, siempre, desarrollar un trabajo artístico que llegara al pueblo, que hablara el lenguaje del pueblo, que transmitiera el sentimiento de esa multitud, silenciosa la mayoría de las veces. En 1931 funda “La Barraca”, un teatro ambulante idealizado para recorrer los caminos españoles y llevar el arte teatral a los lugares más alejados de los grandes centros.

En 1933 estrenó “Bodas de Sangre”, obra inspirada en un hecho real.







UN CASAMIENTO INCONCLUSO



“Bodas de sangre” es la primera tragedia lorquiana y es parte de una trilogía, de la que también hacen parte “Yerma” (1934) y “La casa de Bernarda Alba” (1936).

Escrita en 1932 y estrenada en 1933, en Madrid y en Buenos Aires, inspirada en una noticia que el autor leyó en un periódico, la obra recuerda, un poco, al clásico “Romeo y Julieta”, principalmente por el enfrentamiento entre dos familias rivales. Tal vez, una vez más, la realidad imita a la ficción.

El argumento de la obra es linear, comienza antes del casamiento y termina con la muerte del novio y su rival, Leonardo. Pero, a medida que se desarrolla la historia, van surgiendo indicios de que las cosas no son tan simples, que existen complicaciones, que una carga emocional antigua, poderosa, marca presencia, mezclando el pasado con el presente y transformando el futuro en una gran e inquietante incógnita.

Dividida en tres actos y siete cuadros, la tragedia comienza cuando el Novio decide pedir en casamiento a la Novia, sin saber que ella ya había sido marcada por el fuego del amor y abandonada, por Leonardo que se casó con su prima. La Madre, que ya soportaba en su alma el peso de dos muertos, su marido y otro hijo, desconfía desde el primer momento de esa unión. Leonardo, cuando sabe que su antigua amada está cayendo en los brazos de otro, se inquieta y busca un contacto con ella. En el día del casamiento, la Novia, que ya venía demostrando que su amor por el Novio no era sincero, huye con Leonardo, integrante de la familia que, en un pasado cercano, había dado muerte al padre y al hermano del Novio. En una reacción en cadena, los bandos se dividen, la Luna y la Muerte conspiran y todo termina en una gran tragedia: el Novio y Leonardo, su rival, terminan muertos, aumentando la soledad y la tristeza de todos, principalmente de la Madre y de la Novia.

A grandes rasgos, ese es el argumento, el hilo conductor de la historia. El amor, la honra, el sentimiento de venganza, la insatisfacción constante del ser humano, está presente en el desarrollo de la historia.



GENTE QUE SUFRE Y SUEÑA



Son del pueblo los personajes de esta obra. Piensan, sienten, actúan como gente del pueblo. Dos personajes, de acuerdo con los críticos, disputan el papel de protagonistas: la Madre y la Novia. La Madre parece reunir mejores elementos: a través de ella tenemos un puente directo con el pasado. Escribe Patricia Bouzas ( Bodas de Sangre, Longseller. 2001. Buenos Aires. Pág. 14): “Para algunos estudiosos, la Novia es la protagonista de la obra, mientras que para otros, lo es la Madre. Por realidad extratextual (lo que el texto sugiere pero no muestra), es posible inferir que es la Madre quien lleva adelante el conflicto central; las puestas de la obra siempre han adjudicado ese papel a grandes actrices de fuerte personalidad escénica, hecho constatable incluso en las puestas del mismo García Lorca. Es posible leer esta dualidad, una nueva inversión a la tragedia clásica, donde el protagonista es trasgresor y luego víctima de la sanción. En este caso, la sanción recae sobre la Madre y también sobre la Novia, pero la trasgresión está en manos únicamente de esta última”.

Son, la Madre y la Novia, personajes centrales, esféricos por su complejidad y en contraste con otros personajes, secundarios y llanos. La Madre, principalmente, tiene una clara evolución, partiendo del odio inicial, del miedo, llegando claramente a un perdón desconsolado, a una tristeza irremediable. “Pero, ¿qué me importa a mí tu honradez? ¿Qué me importa tu muerte? ¿ Qué me importa a mí nada de nada? Benditos sean los trigos, porque mis hijos están debajo de ellos; bendita sea la lluvia, porque moja la cara de los muertos. Bendito sea Dios, que nos tiende juntos para descansar”, dice la madre, en el último cuadro, desconsolada, triste y sabiendo que de nada sirve la venganza ni el odio. (Pág. 154). Más adelante, finalizando, en un trecho construido con versos, exclama: “Y apenas cabe en la mano,/ pero que penetra frío/ por las carnes asombradas/ y allí se para, en el sitio/ donde tiembla enmarañada/ la oscura raíz del grito”. (Pág. 157). Habla del cuchillo que cortó bruscamente la vida de su hijo, pero dice mucho más. Ese cuchillo deja de ser material y abre una profunda herida en su alma perturbada, sofocada por tantos años de dolores, de venganzas no concluidas, de pasiones no solucionadas. La Madre, sin dudas, es el personaje central de la obra. ¿Quién será su antagonista? ¿La Novia? ¿Leonardo, el amante impetuoso que encendió la chispa de la tragedia? ¿La familia Felix, que varias y repetidas veces conspiró contra su felicidad, arrancando de su vida a sus seres queridos? Quizás un poco de cada uno, en determinados momentos la Novia, en determinados momentos Leonardo y su familia se opone y son fuente de inquietud constante para la Madre.

Leonardo, a pesar de tener un papel importante dentro de la obra, pierde fuerza, en determinados momentos, para la poderosa presencia de la Madre. La Novia se deja arrastrar por sus pasiones, se deja llevar por el “río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes.” (Pág. 152. Acto III. Cuadro VII). Ese río era Leonardo, el único que lograba calmarla y sanar sus llagas.

Otro personaje, preso a su destino, un destino escrito desde su nacimiento, es el Novio. La corriente parece llevarlo, devorando su voluntad, empujándolo para un papel que quizás no quería cumplir. La honra, la tradición, era como un yugo terrible que lo obligaba a seguir adelante. Muere defendiendo esa honra intangible, escurridiza. “Con alfileres de plata/ mi sangre se puso negra,/ y el sueño me fue llenando/ las carnes de mala hierba./ Que yo no tengo la culpa,/ que la culpa es de la tierra/ y de ese olor que te sale/ de los pechos y las trenzas”(Pág. 137), se lamenta Leonardo, como si fuera, él también, una marioneta controlada por las fuerzas obscuras del destino.

Los otros personajes, el Padre, la mujer de Leonardo, la Suegra, la Criada, los leñadores, las vecinas, las muchachas, sirven para entrelazar la historia y tornarla más ágil, son personajes secundarios, muchos de ellos llanos, sin modificaciones durante toda la obra. Quizás la Criada, en determinados momentos, tenga un papel de mayor significación.

Dos personajes se destacan: la Luna y la Mendiga (que en realidad es la Muerte). Desempeñan un papel fundamental, principalmente en el desenlace de la tragedia. La Muerte, sedienta de cuerpos humanos, indica el camino para el Novio, para que los destinos se cumplan y ella cumpla su papel. Luna y Muerte, concretizan una alianza que trabaja contra el amor: la Luna alumbra el camino de los fugitivos, pero no para ayudarlos, sino para dejarlos visibles y desprotegidos. La Muerte muestra por donde los enamorados van, precipitando el trágico final. “No quiero sombras. Mis rayos/ han de entrar en todas partes,/ y haya en los troncos oscuros/ un rumor de claridades,/ para que esta noche tengan/ mis mejillas dulce sangre”, (Pág. 127) exclama la Luna, contrariando su destino de “amiga de los enamorados”, pues, hasta cuando alumbra, crea sombras que permiten esconderse y amarse en paz. En estas bodas, que se deshacen en sangre, la Luna desempeña un papel totalmente diferente: lucha contra el amor, alimenta el desamor.

La Luna y la Muerte son personajes que entran y rompen la verosimilitud, son personajes fantásticos, que llegan para interferir en la historia y apresurar los acontecimientos. Tal vez sin la intervención de ese dúo, los enamorados podrían atravesar el río, alcanzar la libertad y cambiar el destino preestablecido.







TODOS LOS RÍOS CORREN PARA EL MAR

El tiempo en la obra.

Como río que fluye para el mar, el tiempo cronológico parece correr hasta el desenlace. Tenemos un tiempo cronológico, claramente identificable en la obra. Son pocos días, desde el inicio hasta el fin. El Novio decide pedir en casamiento a la Novia, se hace el pedido, se prepara la ceremonia, empieza la fiesta, los enamorados huyen, los encuentran y tenemos el trágico final. Una historia totalmente lineal, con comienzo, desarrollo y fin. Mas, otros tiempos, alimentados por los personajes, confluyen y corren, como los ríos, para ese mar enorme que es el destino. Son referencias, que a través principalmente de la Madre, llegan desde el pasado, perturban el presente y modifican el futuro.

No existe, o por lo menos no está claro, lo que llamamos tiempo psicológico. Los personajes no tienen una profunda introspección que marque claramente ese tiempo. Se trata de una obra teatral, sin apartes, todos hablan para alguien, responden a alguien, dialogan con alguien.



EN TIERRAS ANDALUZAS

Espacio y escenografía.

En ese espacio, en las tierras de Andalucía se desarrolla la historia. Tierra que, por la descripción de los personajes, nos parece árida, adversa, imponiendo su presencia dura, creando hombres y mujeres duros, resistentes, conservadores y defensores de la honra.

Ese espacio abrumador aparece constantemente en los diálogos, pasando la sensación de la inmensidad del campo y de la pequeñez del hombre. Un territorio que genera almas áridas, corroídas por pasiones y recuerdos que las contaminan mortalmente. Nadie parece oponerse a esa presión del espacio, a esa dictadura del ambiente sobre los espíritus.

La obra, en sus tres actos y siete cuadros, presenta diferentes escenografías: pasa por la casa del Novio, por la morada de la Novia, por la casa de Leonardo, por el bosque donde se desarrolla la persecución, que termina con la muerte de los dos hombres, enamorados de la misma mujer. Culmina en el último cuadro, cuando el autor es sumamente detallista, cuidando de todos los detalles para obtener el efecto deseado: “Habitación blanca con arcos y gruesos muros. A la derecha y a la izquierda escaleras blancas. Gran arco al fondo y pared del mismo color. El suelo será también de un blanco reluciente. Esta habitación simple tendrá un sentido monumental de iglesia. No habrá ni un gris, ni una sombra, ni siquiera lo preciso para la perspectiva”. (Pág. 142). Con esa atención especial para los detalles, el autor se asegura que las acciones se entrelacen en el ambiente y en el clima ideales.

Los detalles, subrayados por el autor, en cada cuadro, crean la escenografía ideal. La preocupación es tanta, en este aspecto, que García Lorca se preocupa mucho, también, con la iluminación, principalmente cuando ella desempeña un papel importante, dentro de las acciones que se están desarrollando. En las apariciones de la Luna, por ejemplo, hay detalles claros de cómo debe ser la iluminación, pues la luz lunar, que se mete en todos los rincones, en pleno plenilunio enfurecido, es de fundamental importancia para el desarrollo de la tragedia: ella ilumina y delata a los enamorados fugitivos, ella es cómplice de la Muerte, que persigue sin tregua almas y cuerpos. Por eso la luminosidad es intensa, en las escenas en que la Luna aparece.









TRÁGICA BODA



Una de las víctimas más célebre de la Guerra Civil Española, Federico García Lorca construyó una carrera brillante. Sus “Bodas de sangre” popularizaron su trabajo, acercándolo al gran público y extendiendo su fama por el mundo. Carlos Saura transformó su obra en una maravillosa película, donde la danza flamenca predominó con fuerza y energía.

Inspirada en un hecho real, la tragedia “Bodas de sangre”, modifica la historia original, trae para la ficción una noticia periodística, que afectó a una comunidad, acostumbrada con esas acciones pasionales, que de manera irracional intentan “lavar la honra”.

El gran mérito de Lorca no está en reproducir fielmente los hechos, sino en transformarlos, dramatizarlos, darles una carga emocional y mostrar cuán vanas son nuestras vanidades, nuestras ilusiones y, principalmente, nuestras convenciones sociales.

Voces milenarias confluyen sobre los personajes, como si fueran meros recipientes, recibiendo aguas pasadas, contaminadas por el odio, por la sed de venganza. Parece que todos los destinos ya están escritos. Frases, situaciones, van alimentando el desenlace final, la tragedia que marca para siempre y sumerge en profundo dolor a muchos seres, principalmente a la Madre y a la Novia.

Prisioneros de sus pasiones, ahogados en un amor prohibido, los enamorados fugitivos se esfuerzan para atravesar el río, llegar a la otra orilla e reinventar la vida y el amor. Pero, como en un clásico griego, fuerzas superiores, ajenas a sus débiles humanidades, se empeñan en cerrarles el camino y castigarlos. Quieren castigarlos porque infligieron el orden social, porque naufragaron en pasiones oscuras, porque no tuvieron miedo de romper con las normas. Al final, todos son castigados, incluso los inocentes. Todos pierden. Gana la Muerte y la insana sociedad con sus normas y preceptos.

Federico García Lorca construyó, partiendo de lo local, una obra de carácter universal. Y es universal porque habla del hombre, de sus sentimientos, de sus luchas muchas veces sin sentido, de sus pasiones, de las herencias malditas que parecen navegar por nuestra sangre. Realista, busca en la realidad puentes que lo lleven a verdades resistentes al paso del tiempo. Hoy, como ayer, su obra es actual, profunda, brillante en su concepción. No pasa desapercibido el juego que el autor realizó intercalando prosa y poesía. En los momentos de mayor lirismo, de profunda ternura, de tensión metafísica, Lorca optó por el verso, encontrando en ellos el mejor camino para expresar los sentimientos. Los versos finales, de la Madre y la Novia entran en el alma como puñales y marcan. Ellos expresan toda la desolación de mujeres que, perdidas en un mundo hostil, miran hacia el solitario futuro y no ven esperanzas. Sus muertos llevaron con ellos toda la energía, toda la fe, toda la esperanza de aquellas mujeres. Sólo resta encerrarse, vegetar, esperar que la muerte se acuerde de ellas y venga con su manto de alivio final.

Los elementos que podrían ser sublimemente románticos (el casamiento, la luna de los enamorados, la realización del amor), poco a poco se convierten en tensión emocional, enfrentamiento, en locura colectiva. Seres humanos cariñosos, afables, enamorados, se transforman en animales enfurecidos, envenenados por los más obscuros instintos. Matan y mueren, quieren lavar con sangre algo que no se puede limpiar.

La grandeza de Lorca reside, justamente, en saber expresar con maestría singular esas pasiones, en saber conducir al lector, al espectador, lentamente para el clímax, dándole algunos indicios, llevándolo y dejándolo, de pronto, sólo, abismado por la fuerza de las pasiones descontroladas.

Federico García Lorca uno de los dramaturgos más importantes de España, en el siglo XX, será recordado no solamente por su vida y trágica muerte. Su obra poética y teatral le dan un lugar destacado dentro de la Literatura Universal. Su voz, como la de todo artista verdadero, trasciende fronteras, tiempo y se perpetua, mostrando el alma confundida, contradictoria, del hombre, que parece ser idéntica en todos los lugares y en todos los tiempos.

“Bodas de Sangre” muestra un mundo que no está muy lejos de nuestra realidad cotidiana. Aún en nuestros días las personas niegan el amor y dejan que la locura se adueñen de sus mentes, matan por arcaicos preconceptos, se zambullen en la oscuridad empujados por fuerzas invisibles e inexplicables, por pasiones e instintos incontrolables.































































REFERENCIAS





García Lorca, Federico. Bodas de Sangre. 1ª. Edición. Buenos Aires. Longseller. 2001



www.los-poetas.com/a/biolorca.htm











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