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Cartas-->Cartas a Horacio -- 08/03/2002 - 23:50 (Oscar Alberto Vázquez) Siga o Autor Destaque este autor Envie Outros Textos
Carta de Oscar a Horacio (alias El Flaco)

Carlos Paz, 29 de agosto de 2000

Querido Flaco:
Te escribo porque hace tanto tiempo que no hablo con vos ¿Cuánto hace que te fuiste? ¿Diez, once años? ¡Qué bárbaro, Flaco, como pasó el tiempo! Realmente té extraño un montón. ¡Qué falta que me haces!
¿Te acordás de aquellas memorables partidas de ajedrez que, no puedo decir que jugábamos, por que estábamos un día entero ante el tablero? En realidad vivíamos dentro del tablero, los fines de semana. ¡Los viejos se ponían como locos y nos insistían con aquello de “si no pensábamos que la vida era algo más que un tablero de ajedrez y que si no lavábamos el auto que ni pensáramos en salir a la noche!”
¿Y cuando nos quedamos timbeando hasta las cinco de la mañana, solo para ver el cometa Kohoutek (creo que se escribía así), y a las ocho teníamos que entrar a trabajar en la distribuidora de carne del suegro de Francisco? Pero ¿Quién nos quitaba el placer de haber visto el cometa?
¿Y la fiesta que nos hicimos en el salón del frigorífico, comiendo un asado, que preparamos en el sub-suelo del local y se nos llenó de humo, esa noche que esperábamos el semi-remolque que venía de Rosario con veinte mil kilos de carne, que teníamos que descargar?
¿Y té acordás de las chicas que querían ir a un boliche, por que era muy de onda en esa época, y a ellas solo las llevaban a bailar cuarteto? ¡Qué locura fue! Nos echaron del boliche, y casi terminamos presos por la forma en que gritaban cuando nos sacaron.
¿Y la vez que salimos a ver que pasaba, y como andábamos solos decidimos volvernos de Carlos Paz y chocamos contra el camión atmosférico? ¿Té acordás? ¡Para colmo un camión atmosférico! La cana nos llevó al hospital y, como no teníamos nada más que algunos golpes y raspones, nos volvimos al boliche y ahí nos cambió la suerte, porque unas amigas se compadecieron de lo que nos había pasado, y bailamos hasta que se hizo de día. Mi viejo nos quería matar por como le había dejado el auto, cuando volvimos a casa.
¿Y cuando te casaste, y luego de la despedida de soltero, nos fuimos los dos a festejar por nuestra cuenta, y terminamos borrachos, sentados en el cordón de la vereda, con medio melón en la cabeza cada uno? Y aún no estaba de moda el tango de Piazzola.
Flaco, te necesité muchas veces, después que te fuiste. Me quedé sin el amigo de la infancia, con el que había compartido buenas y malas desde siempre. Al que le contaba mis problemas, y escuchaba sus consejos. Y del que era confidente y aconsejaba. Me quedé sin mi hermano de vida, Flaco. ¡Cuántas cosas necesité contarte en estos años, compartirlas con vos!
Sigo con Betty, mi señora, desde hace un montón de años. ¡Es una buena persona, en las buenas y en las malas! Tengo tres hijos, que son el sueño de mi vida, por los que trabajo ya no sé cuantas horas, por los que me desvelo cuando les pasa algo (y me acuerdo de mis viejos y tus viejos, cuando nosotros desaparecíamos todo el fin de semana), y por los que aguanto cualquier cosa que pase, sin siquiera enojarme, como debería hacerlo como buen gallego que soy.
Comencé a escribir de nuevo, cosa que había dejado hace mucho tiempo. Escucho toda clase de música siempre que puedo (¿Té acordás cuando cantábamos las canciones de Serrat?), y canto igual de mal que siempre (motivo por el cual nunca me quisiste llevar al coro).
Flaco, realmente necesitaba conversar con vos, me hacía y me hace mucha falta. Te mando un gran abrazo, a la nube que estés, y espero me contestes, no digo siempre, pero aunque sea de vez en cuando.

Oscar


Carta del Flaco a Oscar

El Cielo, 29 de agosto de 2000
Querido Oscar:
Recibí tu carta, a pesar que yo creía que el Correo no llegaba aquí. ¡Qué bárbaro Macri, con la guita que tiene, pone a los angelitos a repartir la correspondencia, gracias al turco que privatizó todo! Como podrás ver por la fecha, en el Cielo las cartas llegan más rápido que en la Tierra.
De todos modos, desde aquí veo las cosas que te pasan. Esa es la ventaja de estar arriba de todo. Pero lo mismo me gustó tu carta, porque me contás las cosas de tu alma, y esas sólo el Jefe las vé, y no las anda contando por ahí, como una vieja chismosa.
¿Té acordás que nos preguntábamos si aquí arriba jugaban al ajedrez? Bueno, vos jugás la semana que viene. ¡Es una broma, y muy vieja, no te la vas a creer! Eso también solo El lo sabe, así que no te hagás problemas que, cuando tengás que entrar al equipo, aunque patalees no hay remedio, y además nadie se muere antes.
Aquí también está tu hermano, al que suelo ver seguido, y con el que converso mucho. Hablamos bastante de vos, de los buenos momentos que pasamos, de lo terco y cabeza dura que sos (no podríamos olvidarnos de eso, gallego). Yo le cuento las cosas que hacíamos cuando andábamos juntos, y él me cuenta como eras vos, cuando no estabas conmigo. El otro día, sin ir más lejos, me contaba que, a la siesta, cuando tus viejos se iban a dormir, le sacaban ciruelas al vecino, a pesar que las del árbol que había en tu casa eran más ricas.
Oscar, cuando desees compartir cosas conmigo, no tenés más que llamarme, que te atiendo por línea directa y sin demoras. Esas son las ventajas que hay aquí. Y no dejes de escribirme.
Gallego, te mando un abrazo muy grande, y cuando tengas ganas de verme, mirá las estrellas que, seguro desde alguna de ellas, te hago un guiño.

Horacio


Carta de Oscar a Horacio

Carlos Paz, 17 de noviembre de 2000

Querido Horacio:
Vuelvo a escribirte por que lo necesito. Siento la necesidad de hablar con vos, para contarte las cosas que me pasan, las que normalmente le contaría a un hermano con el que tuviera una relación muy especial.
Hace poco más de un mes, me llevé un susto mayúsculo. Cuando me afeitaba, 7:30 de la mañana del domingo 8 de octubre, suena el teléfono, atiende Betty y, desencajada, me dice que Franco tuvo un accidente con una moto, en Córdoba, pero que está bien. Por supuesto que terminé de vestirme rápidamente, y nos fuimos para el Hospital de Urgencias a toda velocidad. Si te acordás como manejo, te darás una idea.
Al llegar allí veo a Franco sentado en el suelo, con el pie desnudo, y sumamente hinchado. Le pregunté como se sentía y me dijo que estaba muy dolorido. Lo cargué en el auto y salimos de vuelta hacia Carlos Paz.
Una vez aquí, lo hicimos revisar completamente en una clínica, y recién nos tranquilizamos, cuando nos dijeron que solo era una fuerte inflamación de tobillo.
El 23 de octubre llegué a los 50 años y, realmente los sentí, pues estoy con un estado anímico depresivo, con cosas muy profundas que no puedo controlar, y aunque no se nota, paso de la angustia a la melancolía de un momento a otro. No le cuento esto a Betty para no asustarla ni preocuparla y además, porque ella se sentiría herida por lo que me pasa. De todos modos no creo que nadie pueda hacerlo, salvo Dios o como quieras llamarle. El problema es que algunos días tengo las cosas a flor de piel, y me asusta que puedan estallar por el peor de los costados. Como siempre, si estallo termino lastimando a los que quiero, y si no, también.
Para colmo, luego de mi cumpleaños, mi vieja fue a parar a terapia intensiva, por una arritmia descontrolada, y aún está recuperándose. Y como es cabeza dura (de alguien debo tener los genes), no hace el tratamiento que le dieron, por que ella dice que se curará con hierbas medicinales y dieta.
Flaco, hubiera querido que mi carta fuera más optimista pero, como verás, estoy bastante conflictuado, y no encuentro una salida. Perdóname la depresión. Te mando un gran abrazo, y solo puedo decirte que te extraño. ¡Qué difícil es todo!

Oscar


Carta de Horacio a Oscar
El Cielo, 19 de noviembre de 2000
Querido Oscar:
Leí tu carta y sí, veo que estás mal. Tenés que pensar que las cosas no pasan por que sí. Siempre somos responsables de lo que nos sucede. Vos estuviste muchos años encerrado en vos mismo, y volver a salir a la luz es muy doloroso, ya te lo dijeron.
Vivir es abrir sendas, y estas doblan y se entrecruzan. Un cruce de caminos siempre es una encrucijada, en la que se puede optar por doblar o seguir derecho. Lo que no se puede es detenerse o volver atrás. En cada opción quedan pedazos de uno mismo, y eso lastima y duele, se elija bien o mal.
No estoy seguro que lo que te digo te sirva de algo, pero deseo que así sea. Un abrazo para un amigo que está sufriendo. ¡Ojalá pudiera estar allí para dártelo personalmente, y transmitirte el calor que te está faltando!

Horacio
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