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Artigos-->My Sweet Lord - em Espanhol -- 15/03/2005 - 20:12 (Marcelino Rodriguez) |
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My Sweet Lord
A mediados de los años sesenta un barco trajo de la India a un señor que
venía
al occidente, más precisamente a Nueva York (EE.UU.), para cumplir una
misión
sagrada: predicar el culto al Dios Krishna, como lo llamaba. Se veneraba al
Dios básicamente a través de la música y de la abstinencia de comer carne y
de
los placeres de los sentidos. Todo eso ocurría, posiblemente, en el más
materialista de los países y en la época de los hippies.
Venía solo y traía poco dinero. Se mareaba en el barco. Con algunos libros,
la
ropa y los hábitos exóticos, tenaz y dulce llegaba a Occidente. Venía para
enseñar a todos a liberarse del materialismo y del sufrimiento. Vivió en
habitaciones minúsculas, pasó soledad y algunas privaciones, pero poco a
poco
iba ganando terreno, con su carisma y simpatía.
Todo tipo de gente venía a beber de sus enseñanzas: adictos, hippies,
comerciantes, judíos, místicos, músicos, escritores, artistas... Era un
maestro
puro, directo e incisivo. Un transcendentalista. Liberen su mente, libérense
del
ciclo de sufrimiento, no coman carne, canten, ríndanse a Krishna... Y se fue
haciendo célebre a la vez que expandía a su Señor...
Cierto día me topé con uno de sus adeptos. Vendía incienso en la avenida Río
Branco y le pregunté:
- ¿No echa de menos las cosas del mundo? ¿A las mujeres?
Me respondió el joven seguidor de Krisna, sagaz:
- “El mundo es como una bella mansión que está ardiendo. El último en salir
cierra la puerta y apaga la luz.”
Son así los hijos de Krishna. Y al dulce Señor se rindió George Harrison,
uno de
los Beatles, con su inmortal canción "My Sweet Lord". Era solamente un señor
indio que difundía el nombre de su dios. Era solamente un dulce señor.
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