TALVEZ EN LA OTRA ORILLA DEL RIO
El viejo, cansado, borracho, jodido, se arrastra por la vereda; una vereda sucia y ajena, cubierta de esputos, colillas, pedazos de papel higiénico y restos de porotos y arroz. Se arrastra lentamente y sueña que la calle es un río sagrado que lo hará joven, sobrio y triunfador. Se exprime contra las baldosas mugrientas en pleno mediodía tórrido, quiere llegar al río.
Pasa un señor gordo y le pisa los dedos; una elegante señora se asusta y emite apretados grititos; pasa un niño, escupe y le acierta el lado izquierdo del rostro. Un joven se detiene, mira, analiza, y le da una patada en las costillas...
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