Argentina, dulce Argentina
Marcelino Rodriguez
Siempre me emocionaba, desde niño, escuchar la canción de Evita. Me
imaginaba
una bella Argentina de ojos y pelo negros. Pasé por la Copa de 1978 con la
locura azul y blanca del equipo de Pasarela y Mario Kempes, la Argentina.
Lloré a mares durante la reciente crisis económica que desembocó en el
cacerolazo. Lágrimas profundas y misteriosas.
Ya amaba aquel país incluso antes de conocerlo, cuando el destino inexorable
me
llevó a la Provincia de Córdoba, con su parque Sarmiento y su nostálgica
plaza
San Martín donde ancianos argentinos invocan al fantasma de Perón, siempre
presente.
Fueron dos meses durante los que encontré en mí el otro lado de América, el
español.
La Córdoba de los cafés y los cibers, de las arboladas, del vino con
gaseosa,
del mate, del asado, de la gente tranquila y afable, de los pequeños
comercios
en las casas,...
Es cierto que la política de globalización y los medios de comunicación han
hecho estragos, que la crisis económica ha deteriorado la calidad de vida, y
que la lucha por la supervivencia destruye las sutilezas de la cultura,
provocando melancolía y una gran emigración.
Pero hay una estructura, un carisma, un encanto vital, una pauta de notas
iniciales que son el primer paso para que la economía resurja y permita que
Argentina vuelva a lucir como lo hizo en el pasado, en el que fue uno de los
países del mundo más ricos y amados.
Marcelino Rodriguez, escritor hispano-brasileiro, autor de Bom Dia, Espanha! entre outros. |
